sábado, 1 de junio de 2019

Como ayudar a otras personas a recibir 
la sanación del Señor

Visitar al enfermo


En Mosiah 4:26, dice: "Quisiera que de vuestros bienes dieseis al pobre, cada cual según lo que tuviere, tal como alimentar al hambriento, vestir al desnudo, visitar al enfermo, y ministrar para su alivio, tanto espiritual como temporalmente, según sus necesidades.


Llevar las cargas de otros.


Alma describió muy elocuentemente nuestro compromiso de seguir al salvador cuando preguntó a los creyentes en el libro de mormón si estaban dispuestos a "entrar en el redil de Dios y ser llamados su pueblo", y  [si estaban] dispuestos a llevar las cargas los unos de los otros para que sean ligeras. (Mosiah 18:8)





Consolar


Alma también enseñó que los seguidores  de Cristo están "dispuestos a llorar con los que lloran; si, y a consolar a los que necesitan de consuelo" (Mosiah 18:9).
Brindar consuelo abarca la empatía, la bondad, la consideración, la preocupación, el amor y la caridad. Es abrazar a quienes están enfermos o afligidos con brazos de amor para ayudarlos a afrontar su sufrimiento.





Prestar atención


Al estudiar las  escrituras para emular a Jesús en sus obras de sanación, leemos que había algo que Él hacía una y otra vez: Jesús presentaba atención a los que le rodeaban. 
Cristo tenía en cuenta a las personas; habló con la mujer samaritana, a pesar de los tabúes culturales; dedicó tiempo a bendecir a los niños; comió con los publicanos y pecadores, y ministró a los leprosos y los marginados; prestó atención a cada uno de ellos.
Como seguidores de Cristo que procuran aprender su arte de sanar, podemos comenzar por ver las personas con los ojos de Cristo. Podemos dedicar tiempo para saludarles, para sonreír, para preguntar cómo les va el día. Tal  ves nunca sepamos el bálsamo sanador, que nuestro esfuerzo puede ser para los que lo rodean y están solos, deprimidos, enfermos, débiles o sufren. Incluso un sencillo gesto de amor puede ejercer una gran influencia.


Conforme hagamos las obras de Cristo y participemos en la sanación de otros, se derramaran grandes bendiciones. Tal como dijo Cristo: "En cuanto lo hicisteis a uno de estos, mis hermanos más pequeños, a mi me lo  hicisteis (Mateo 25:40). A aquel que ha sanado a cada uno de nosotros, a aquel que nos ha rodeado con sus amorosos brazos más veces de las que siquiera sabemos, a Aquel que nos ha ofrecido el bálsamo sanador de su expiación, podemos ofrecerle nuestros pequeños esfuerzos para ayudar a sanar a nuestros hermanos y hermanas. Ese es verdaderamente el arte del sanador.


Fuente: Liahona año 2019.